Publicaciones de Diego Lasso en Cartagena de Indias y Panamá

sábado, 13 de noviembre de 2010

Anécdotas de Libros Preguntario

De la maleta al

Pessoa Móvil Hyundai 1993

Hace 5 años empecé a recorrer las provincias de Costa Rica con una maleta que contenía de 200 a 300 libros en su interior y que se hizo negocio como Libros Preguntario. El número de ejemplares aumentaba o descendía de acuerdo al contenido, profundidad o levedad de los libros. Según el destino donde se iba a realizar la feria de libros leídos que era lo que cargaba, la poesía crecía, las aventuras no faltaban, la novela, las historias, las biografías determinaban los temas que se ofrecían a los posibles lectores. Cargar a Poe, Stevenson, Cortázar, Saramago, Kafka, Hesse es garantía de buena lectura pero de incertidumbre total en las ventas. Al contrario de la superación personal o de ciertos autores que se venden por kilos y que nunca tenían espacio en la maleta.

Viajar con una maleta cargada de libros requiere de la solidaridad de muchas manos por su peso, desde el taxista, el conductor de bus, algunos amigos que ayudaban a subirla a la bodega de cada transporte, o bajarla en cada provincia que visitaba, hasta las personas que me recibían en los lugares donde llegaba a organizar Ferias de libros Leídos que así los llamo porque usados parece un nombre que no provoca.

La maleta tenía dos ruedas grandes que le adapte para poder recorrer con menor tropiezo, los andenes, las aceras y en algunos casos ascender por ramplas de discapacitados... Claro al encontrar solo escaleras había que empezar a buscar manos dispuestas a cargar...

En Monteverde la pasaba del bus a la ambulancia que me llevaba a la Feria de la Salud donde los libros empezaron a ser el paciente mas provocador.

En Puntarenas rodaba por el malecón de los turistas desde la parada del bus hasta su nuevo destino, cargando en su interior algunos autores como Melville, Mutis, Conrad que estarían dispuestos a quedarse en el puerto.

En Playa Samara había que sortear 100 metros de arena que con las manos solidarias de Lázaro y Ulises nombres bíblicos y odiseos que trabajan en Intercultura, hacían posible la llegada a su destino de Feria de libros frente al Océano Pacifico.

En Turrialba de paso hacia el CATIE rodo por sus carreteras asfaltadas rodeada de arboles y pájaros donde el libro que más se vendió por ironía o coincidencia fueWalden La Vida En Los Bosques de HENRY DAVID THOREAU.

En la Universidad EARTH y el TEC de Cartago era donde más me divertía rodando mi maleta por esas autopistas de andenes que comunican todas sus dependencias.

Los niños siempre la querían rodar, ayudar a meter libros y algunos jóvenes , niñas con trencitas y muchos cronopios que nunca lo supieron, encontraron y festejaron un libro que conquisto su atención.

Muchos comentaron la osadía de cargar tanto libro, otros miraban con cierta incredulidad ese negocio que parecía sacado del Club de los negocios raros de Chesterton y los más pesimistas opinaban que era complicado meter tanto libro en un espacio tan reducido... Bueno, nunca supieron que por obra y gracia de San Librario el ángel de los libreros siempre me regresaba ligero de equipaje.

Esta maleta de libros aunque parezca una metáfora del realismo mágico me permitió comprar un Hyundai, el carro popular en Costa Rica. Con ese carro aumente la cantidad de libros transportados pase de 300 a 1500 ejemplares que multiplicaron la oferta de libros y destinos.

Aunque esta maleta me acompaño por 3 años, el homenaje que le hice fue dejarla abandonada en una calle olvidada con ese aroma de libros viejos en su interior. Quizás fue el acto más agradecido porque su utilidad era rodar ahora en las manos de otros y no permanecer guardada en el sótano de tantas nostalgias que han crecido recordándola.

Ahora este carro ha recorrido 100.000 km transportando los mismos cuentos, historias, utopías, al Marqués de Sade, a Nietzche, a Sábato, a Onetti, a Rimbaud, el ahogado más hermoso del mundo, el barón rampante de Italo Calvino, a Kerouac, Maqroll el gaviero y por supuesto a Corso del Club Dumas.

Con un poster de la imagen de Fernando Pessoa en su panorámico y en una ventana lateral, Víctor Hugo Bonilla profesor y funcionario de la Fundación Omar Dengo bautizo el carro de libros Preguntario como Pessoa Móvil.

Lo más probable es que Víctor, mientras viajaba en el Hyundai a una charla sobre Autonautas de la Cosmopista que el conductor de esta narración iba a dar en la Universidad Nacional, se acordó, motivado por el olor a libros, de ese poema que cierra la puerta de esta historia y las palabras de un librero itinerante…

No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Fernando Pessoa

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