A la una de la mañana Santos pintaba a Lolita
en el balcón del Hotel Victoria.
Blass hablaba de Samir Beetar el ladrón de los tejados
y yo cargaba el libro de Nabokov.
Hace unas noches Blass, Santos y yo
nos rodeamos de putas grandes, pequeñas, tetonas, nalgonas
y una que otra de virgen sonrisa.
Lolita con trenza de gomina trasnochada,
labial reiteradamente corrido,
labial reiteradamente corrido,
vestido rojo, tacones altos
y unas nalgas que caben en muchas manos.
A la una de la mañana se dejó pintar al óleo de Santos.
Vanesa duerme todo el día, impúdicamente sueña
se despierta con vestidos cortos y sale a humedecer
la noche de necesidades orgiásticas
bajo la brisa de oxidados abanicos de hotel.
¡A Sofia ! El poeta Blass le dedico un enhiesto poema
y ella entre espasmos y lamidos se fue desnudando
verso a verso
hasta el soneto más rojo de sus voluptuosas carnes.
Y mientras cuento la noche.
Las camas del lupanar se estremecen y
se van arrugando de ajenos sudores y espermas,
bajo una luna llena que se mueve y derrama su claridad,
en el escote perforado de algunas taciturnas mujeres.
Diego Lasso
Cartagena de Indias 1998