Publicaciones de Diego Lasso en Cartagena de Indias y Panamá

viernes, 11 de julio de 2008

Una Feria Pintoresca






jueves, 19 de junio de 2008

Cartagena de Indias. Juan Diego Duque

En la Calle Don Sancho de Cartagena de Indias, un lente no se detiene, no deja de capturar imágenes que invitan a la nostalgia, a las sombras, al juego arquitectónico de aleros y balcones con una luz fotográfica en pugna con el pasado y presente de los que recibimos regalos tan hermosos y sinceros como un farolito cartagenero.

Gracias maestro Duque por iluminar con ese farolito mi atrevida nostalgia por Cartagena.

viernes, 13 de junio de 2008

Al poeta Pedro Blass y a Ramiro Ensuncho
Pasión por el Caribe.

Del Caribe se tiene una idea que sin conocerlo invade la imaginación de filibusteros, viento huracanado, galeones que naufragaron con tesoros, islas habitadas por bucaneros, españoles extraviados hace más de 500 años y ante todo, trópico, bochinche, estrafalarios buses con melodías de Ruben Blades, Hector Lavoe, Willy Colon, Richi Rey, Bobby Cruz.

Una tierra con un Sonido bestial, con sabor a pescado y patacón, de negras y mulatas con blancos dientes que hacen de su sonrisa toda una invitación para humedecernos en sus bahías y apresurar la llegada de sus amaneceres. El Caribe tiene su biografía como la de German Arciniegas, sus visiones de América como la de Alejo Carpentier, su erudición continental en Pedro Henriquez Ureña, Fernando Ortiz, Martí.

Poesía altanera y sensual en Nicolas Guillen, luis Pales Matos, premios Nobel de Literatura en García Márquez, Derek Walcott, V.S Naipaul.Rito, chango y Yoruba, misterio vudú. Sones y boleros en las voces de Benny More, Bola de nieve, orquestas legendarias, una Sonora Matancera, un Trío Matamoros y una voz que supera cualquier nostalgia y tragedia, porque para ella “la vida es una carnaval”: Celia Cruz.

El Caribe es abrupta geografía, deporte de bates, cuadriláteros y un sol que baila con el atardecer entre sus palmeras. Si de fiesta se trata, la música mas alegre y sandunguera proviene de sus puertos, de ese sincretismo afro americano que se expresa con tambores, trompeta , salsa y ese movimiento de caderas que despabilan la embriaguez de sus mujeres.
No creo que el Caribe tenga fronteras, porque su ritmo y canto invaden todos los rincones. Sus aguas están en pugna con el Océano Atlántico y se extienden 2. 500. 000 Km cuadrados por islas y costas desde el Golfo de México, la Península de Yucatán, por los acantilados de Belice, donde esta el segundo arrecife coralino mas grande del Mundo. Sigue por toda esa América Central, bajando a las costas de Panamá, Colombia, Venezuela, rodeando islas con una fusión de nombres que son la huella de holandeses, franceses, ingleses, portugueses y españoles que importaron su tabaco, hamacas, olores, naturaleza, pájaros y deslumbrantes historias como la de Juan de Castellanos, Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo. Y como no invitar a Francis Drake, primero en circunnavegar el planeta en su legendario barco Golden Hind. El saqueador de los puertos del caribe, quien introdujo el tabaco en Inglaterra y cuya muerte acaecida en 1596 frente a las costas de Portobelo, aumentan de misterios y leyendas el fondo marino del Caribe.
Este mar a sido cómplice del oro que se fue y de la epidémica civilización que llego vestida de conquista, esclavitudes, independencias, migraciones, batallas y de personajes que desde Colon, Drake, Bolívar, Marti, el Che, Maqroll el gaviero, Jose Arcadio, hasta anodinos dictadores han ido moldeando la rebeldía de sus habitantes, el perfil de su cotidianidad y cultura.
En San Andrés islas, el caribe se impuso ante mis ojos. Sentí su brisa, salmuera y desde allí naufrago lentamente en su undívaga presencia. Después lo recorrí en sus 1600 kilómetros de costa colombiana, con asombro en los rigores del desierto Wayuu que lo custodia en la Guajira, escribí versos en las faldas de la Sierra Nevada, vendí libros en sus orillas, me perdí en la voluptuosidad de sus mujeres y comí pescado y cocadas en Cartagena de Indias. Del Caribe uno nunca se despide. Su nostalgia desde el pacifico se mueve como los alcatraces que lo sobrevuelan, en la cumbia de sus mujeres que con sus protuberantes nalgas y risas lo han fertilizado de grandes artistas y boxeadores, que lo detienen en el tiempo.
El Caribe es toda esa marea humana que se broncea en sus contornos y mete los pies en sus playas.No quiero terminar estas palabras sin mencionar al loco Ensuncho que se embriaga en BAR y bicicleta por la calle de las damas y termina su recorrido entre unas piernas anónimas en el hotel Bella Vista de Marbella, al poeta Pedro cómplice nocturno del sol cartagenero, a Ratón que se gana la vida lavando carros en las calles de El Chorrillo, junto a cinco niños que dependen de su ingenio caribeño frente al Océano Pacifico. A Sorolo que siempre esta “listo” en la contravia o esquina, pendiente de lo que puede suceder en su negocio, a sus abrazos de santero que parecen olas y reviven su nostálgica cercanía al brujo Ismael Rivera. A Dairo herrera que me llevo a ellos, a Esteban Ramírez por su película “Caribe”, a la profesora Argenida de Barrios, que promueve la Universidad del Trabajo, del ocio pedagógico y creativo para la tercera edad, desde Bocas del toro, Colon y todo ese Caribe panameño. A Edgar Brenes que me recibió con una cerveza bien fría en Puerto Viejo.
A ellos mis impresiones y como lo dijo la poeta Meira del Mar, a orillas de sus aguas, verdadero capitán de mi sueño desmedido…
Portobelo Panamá 2003
Diego Lasso
Delirio por Laura Restrepo
Diego Lasso

Después de lo que dijo el Premio Nóbel de Literatura José Saramago sobre la obra de Laura Restrepo, escribir estas palabras puede parecer un destello sobre la ceguera o quizás la Dulce compañía de un anodino librero que no deja de aplaudir su lectura e intelectuales logros.

De Laura Restrepo, leer, hablar o conjugar los verbos que desnudan su proyección humana, su calidad literaria, el desbordamiento de su mirada sobre los agujeros de la vida, tiene el riesgo de extraviarse en la orilla de su encanto, en la vitalidad de su rebeldía, en la fortaleza de su criterio o en los abismos de su pluma que mancha de vivos colores la palidez de la realidad colombiana.

Hija, que desconfió del contagioso aburrimiento de la educación obligatoria, pero que reivindico el poder embriagador de lo autodidáctico, del entusiasmo continuo por asombrarse y aprender, que fue cómplice de compartir con sus hijos la magia de leer. Adolescente, que fue maestra a los dieciséis años, en un humilde barrio de Bogotá, donde sus alumnos no dudaron en tratar de seducirla y disfrutar los buenos senderos de la lectura que su profesora promovió como vicio de placentero ocio. Jovencita, que transitó por los laberintos de la filosofía y las ciencias políticas, congestionada de inquietudes, desvestida de perjuicios y con un maquillaje de utopías que aun no se desvanecen de su rostro.
Periodista, que le duelen los asesinatos, que se solidariza con los marginados, desplazados, con las putas que sobreviven a los estragos del olvido, con esa anónima orfandad de los que reclaman justicia, con esa Historia de una traición, que despabila la ausencia de sensibilidad periodística en estos tiempos de tanto periodismo amarillista y oportunista.

Mujer cómplice de un romance entre la literatura y el periodismo que otro Premio Nóbel celebra con palabras macondianas.
Pero abramos la gran ventana donde la brisa refresca a esta mujer que madruga a respirar y masticar las páginas, que se inicio en el ejercicio literario con una irresponsable y nutritiva imaginación acompañada de sus hijos, con el titulo de las vacas que comen espaguetis. Y continuo con libros que no dejan de ser un golpe a la conciencia social, una atrevida exploración de la geografía humana por los profundos escotes de Sayonara, por la sincera risa en los labios marginales, por la erótica espiritualidad de un caído ángel, por la fe de “Todos los santos” inundando de petróleo las polvorientas calles de Tora, por el honor Wayuu en los desiertos del olvido, por toda esa catarata de causas perdidas que se desbordan por ríos de sensualidad y salmuera.
Con Laura uno se humedece, vibra, grita, se revuelca, se broncea de ausencias, pero nunca queda impune. Su narración no necesita de críticos literarios, sino de amantes, de ciegos enamorados que no la contradicen, de Novias oscuras buscando un Leopardo al sol que eclipse sus desencantos o alucine su soledad.

Si navegamos su alta marea, si naufragamos ante la gavia de sus inquisidores ojos y logramos sobrevivir a las tormentas de su indignación, una Isla de pasión puede aparecer a barlovento.

Quizás la única historia valida es la que se embriaga de nostalgia, la que se manifiesta en la voz de Maria Cano, en la pasión libertaria que preside el fusilamiento de Policarpa Saravarieta, en las hambrientas pinceladas de Debora Arango, en los versos altivos de Matilde Espinosa, en los ondeantes de Meira del mar, en los suicidas de Maria Mercedes Carranza. En las trincheras periodísticas de Patricia Lara, Nuri Gallego, Olga Behar y las que han muerto disparándole verdades a la mentirosa democracia.
Esa historia que también alza pesadas necesidades en los brazos olímpicos de Maria Isabel Urrutia, que invita a la provocadora danza de Sonia Osorio, o promueve la fiesta y carnaval continúo de Toto La Momposina, Matilde Díaz y la Negra Grande de Colombia. Me perdonaran si he olvidado el 99 por ciento de otras mujeres que avivan el fuego de nobles ideales o han sido secuestradas, pero es que el calor femenino siempre le gana a la memoria y más si estoy escribiendo estas palabras pensando en la niña Omaira, quien sobrevivió a una erupción volcánica pero no a una burocracia estatal que también entierra a los vivos.

Volviendo a Laura, no hay duda de que todo este anecdotario precede a La Historia de un entusiasmo, al epilogo del realismo mágico, o el prólogo de una nación que nos sigue lloviendo.

Me despido de Laura, mas emocionado que coherente en esta reseña, recordando ese abrazo oceánico que nos dimos hace unos años en Cartagena de Indias cuando llego con Santiago Mutis a tertuliar de cara al caribe y sintiendo ese Delirio de alegría por tenerla nuevamente cerca de otro abrazo en esta Costa Rica que alberga esa Multitud Errante, ese tricolor de corazón migrante y nostálgica sangre colombiana que le da la bienvenida.


Feria del libro San José de Costa Rica
Julio 2004

En esto Creo.


Reseña del libro. En esto creo.
de Carlos Fuentes.

De Carlos Fuentes, mi papá hablaba todo el día, lo comentaba con sus amigos, lo volvía a leer, lo exigía a sus alumnos, lo tenia en su biblioteca, lo llevaba consigo, lo compraba, estaba tan presente en mi casa, que yo nunca lo leí en la adolescencia.

Tiempo después mi papá se fue de la casa con Carlos Fuentes, dejó a mi madre sin los libros de Carlos Fuentes, sin amor y con la orfandad de seguir sorteando la vida. En esos días mi padre estaba leyendo Cambio de piel y Una familia lejana.

El destino me volvió a unir con mi padre en Cartagena de Indias, el me habló por supuesto de Carlos Fuentes y yo le hable de el Espejo Enterrado. Ese espejo que refleja el sol, la tierra y sus cuatro direcciones, la hondura terrenal y todos los que nos miramos. Mi padre brindo por mí, me contó que Fuentes recibió a García Márquez en México por recomendación de Álvaro Mutis, que su prosa y ensayo se respira por América Latina, en fin yo le hable el resto de la noche del Espejo enterrado, ese libro que ahora cargo, que le recomiendo a mi novia, a la vecina, a los que me visitan.

He narrado esta pequeña historia personal, porque el libro En esto creo, es una autobiografía del autor, que expresa todos sus gustos, pérdidas y pasiones en un diccionario de la A hasta la Z que refleja la trayectoria reflexiva y vivencial de Carlos Fuentes.

Escritores como Balzac, Faulkner, Shakespeare, son celebrados, interrogados. Personajes como Jesús y el Quijote son expuestos al debate teológico y humano. Para Fuentes:

“Jesús es el corrector de pruebas de la vida humana”.

“Don Quijote funda el mundo moderno, la incertidumbre de todas las cosas y la certeza de que toda realidad duradera se funda en la imaginación”.

Temas como: amistad, amor, belleza, celos, cine, historia, iberoamérica, izquierda, lectura, libertad, muerte, mujeres, novela, política, revolución , sexo, sociedad civil, tiempo, urbes y ubres, xenofobia, son decantados en un libre albedrío de sentimientos, opiniones y criticas, que resaltan verdades tan infames como:

El mundo gasta anualmente 800.000 millones de dólares en armamento, pero no puede reunir los 6.000 millones al año necesarios para dar escuela a todos los niños en el mundo.

Otros personajes también son señalados como un filosofo: Wittgenstein, un animal: la Zebra, un pintor: Velásquez, un cineasta: Luis Buñuel y como para los celos de sus otras mujeres, una mujer: SILVIA.

Concluyendo este diccionario de afectos y desafectos el autor menciona dos ciudades que habitan sus sombras, México que siempre ha indagado y caminado por su historia y a Zurich a quien agradece por haberle enseñado en silencio, que en la literatura solo se sabe, lo que se imagina.

En esto creo y ¿usted en que creé?

Diego Lasso. Librero
Libros Preguntario

Leer es vivir lo que se lee

Pintor Carlos Santos y Diego Lasso. Hotel Bella Vista. Cartagena de Indias
Una de las principales razones que nos permiten sociabilizar opiniones, criterios, deseos, temores, estados de ánimo y todo aquello que resalta el carácter humano de nuestros actos, es sin lugar a dudas la capacidad de expresarnos con el lenguaje.

Sin embargo, nos hemos convertido en cultivadores de un dialogo que suprime cada vez más palabras, que empobrece el vocabulario y opaca la belleza con que podemos describir o comunicar lo que sentimos.

Vivimos una época donde la comunicación representa el carácter del Siglo XXI, pero irónicamente es donde menos posibilidades tenemos de relacionarnos en una conversación fraternal, pausada , que consienta el propósito de encontrarnos entorno a una humeante taza de café, un buen vino o una tertulia de amigos.

La inmediatez que impone la sociedad a minimizado el placer de reunirnos, vivimos en un mar de información e imagen que nos hace vulnerables a ocupar la mayor parte del tiempo en ser útiles, productivos, en crear la condición de personajes siempre ocupados, propensos a reflejar la imagen de ciudadanos modernos.

Las mayores preocupaciones individuales y colectivas se generan por medio de como acceder continuamente a los bienes y servicios que impone la sociedad de consumo. Cada vez la técnica nos transforma, nos domestica, nos hace depender de sus avances, de su capacidad de improvisar las circunstancias y normas con que debemos vivir. Y es por eso que la defensa del lenguaje, se hace necesaria para poder seguir respirando palabras que dimensionen con mayor altura el derecho a discernir, a denunciar a imaginarnos un mundo mejor, más coherente con nuestro espíritu de hijos de la naturaleza y no de una máquina.

Pero, en donde podremos encontrar la fuente que enriquezca ese lenguaje, que permita mostrarnos otros rumbos, de sentir la desbordada fuerza de una sensibilidad más comprometida con el asombro que con la obligación, más vital que disciplinada, más impredecible que eficaz, más contemplativa que cómoda, en fin, no hay duda que todo ese inventario de búsquedas lo podemos encontrar en los libros.

Y acceder a ellos es tan natural como comer manzanas, solo hay que tener apetito de curiosidad, pasión por aprender, por navegar sus ríos de conocimiento, por conquistar mayores territorios de lucidez, quien no desea embriagarse de palabras que seduzcan, que conmuevan, que nos permitan abrirle las puertas a lo que queremos.

Y es que en los libros no solamente encontramos las herramientas para superarnos, también podemos broncearnos con el sol de sus historias, humedecernos con el mar de su leyendas, despertar continuamente la nostalgia de lo que somos y lo que queremos vivir, porque esos personajes de tinta y papel que viven en cada pagina de los libros siempre nos están invitando a ser cómplices de su aventura, a descubrir en ellos la ausencia o el derroche con que soñamos la realidad.
Diego Lasso. Cartagena de Indias 2000

LA ORFANDAD DE LOS LIBREROS


La Orfandad de los libreros
Por: Diego Lasso. Librero Colombiano

En Costa Rica, las librerías se relacionan con venta de lápices, hojas, cartulina, bolas de celofán. Hacen parte de una actividad comercial que no distingue la distancia cultural entre la necesidad del papel y el papel impreso en un libro. Lo digo como extranjero que llegue hace años y busque en el directorio y me asombre de la gran cantidad de librerías en este país. Aunque después de comprar un borrador descubrí la diferencia.

Es importante resaltar que algunas librerías han logrado ahondar esa diferencia y de paso dignificar la importancia del libro en el comercio masivo. No es gratuito que ahora, gracias al impulso en publicidad, estrategias de mercadeo, espacios amplios, premios a sus clientes frecuentes, una arquitectura provocadora y diferentes sucursales, el libro adquirió una dimensión y un atractivo en el comercio de la capital. Sin embargo, la parte logística, la fachada y el convertirse en monopolio no determinan que los ticos lean más. Por una sencilla razón, la inversión en el aspecto humano y cultural aún es una utopía. Y es allí donde reside la mejor fuente para promocionar libros. No creo que los empleados directos de tienda, los que diariamente atienden público, estén asistiendo a ferias internacionales en otros países, a capacitaciones literarias, bibliografiícas, a cursos para libreros como los del CERLALC, no a esos de servicio al cliente como si se tratara de vender calzoncillos o medias.

Se han preguntado, si la gente que compra o quiere comprar libros sabe en realidad que es un librero. Unos creerán que es aquel, que sonríe para alcanzar un libro, el que los ordena, limpia, sacude su ignorancia o amablemente señala donde esta determinado autor, tema o capricho del cliente. Porque además ahora en las librerías se atienden clientes, no lectores. En otras palabras, los que trabajan en las librería son dependientes educados para sonreír , ser amables y de paso mientras concluyen la universidad, tristemente distantes del misterio, la magia y el atrevido e interesante riesgo de recomendar libros.

Preguntas como: ¿Que autor me recomienda? , ¿Que opinión se merece tal obra? o simplemente tertuliar sobre determinado tema casi siempre concluye en respuestas con monosílabos NO o SI por parte del vendedor. Entonces donde quedan las virtudes del librero, ese personaje que vende diariamente inagotables fuentes del saber, ocio, imagen, misterio, asombro, memoria, incredulidad, ficción, que sabe distinguir los relieves de las impresiones, el peso de las páginas, la gracia de sostener el pensamiento volátil de la cultura. De que sacamos grandes supermercados de libros, si no tenemos con quien compartir, el placer de lo que leemos, el sencillo impulso de descubrir nuevos autores o frases que inquieten el espíritu como:

Yo nací un día que dios estuvo enfermo... (Cesar vallejo)

Cabe destacar que Librerías como Nueva Década, Expo 10 (Ronald), Libro Azul(Mariano) y Francesa, gritaran que tienen la respuesta a esta denuncia. Y tienen toda la razón, porque han sobrevivido al monopolio, han logrado mantener las ventanas abiertas al dialogo con el lector y en medio de sus reducidos nichos darnos una idea de lo representa ser un librero. Pero Claro, son sus propietarios los que atienden y promueven la venta de sus libros, cultivándose continuamente en este noble negocio. Disculpen, se me olvidaba Topsy en este subjetivo inventario, esa librería de Montezuma que tiene un Búho, tres murciélagos y unos propietarios que todos los días ven el Océano Pacífico por sus ventanas indiferentes al congestionado tráfico de estas opiniones. Pero pensemos en el futuro, por más que la tecnología siga amenazando la vida del libro, para nadie es un secreto que leer guindado en hamaca, en el sillón consentido o sobre las piernas de la novia, solo se puede hacer con el único invento que a extendido el pensamiento humano, como lo dijo Borges: EL LIBRO DE PAPEL Y TINTA.

Así como existen los profesionales de las actividades fácticas, los eruditos de la razón y la lógica , exijámosle a la sociedad jóvenes libreros, que erupcionen lecturas y no títulos, receptores de la sensibilidad colectiva y multicultural, propagadores de los Cronopios de Cortazar, del asombroso tráfico de las Ciudades Invisibles, del reflejo cruel y metafórico del Espejo Enterrado, de las asombrosas realidades del Reino de este mundo, de los Cien años de Soledad con que le pueden gritar a los transeúntes:

Que ir a las librerías es una fiesta del espíritu, una catarata de sabiduría, un carnaval donde la vida se desprende altivamente de las páginas. Para ser libreros solo se necesita pasión por leer y compartir lo leído, y aunque en Europa exista la profesión como tal y en Latinoamérica ni siquiera la impartan las universidades privadas por su inexistente rentabilidad económica. Pensemos que acá tenemos la ventaja de ser autodidactas, simplemente guiados por el aroma del trópico y el loable compromiso de hacer del lenguaje una fiesta que provoque el baile de nuevas palabras. Hace 62 años Francisco Vindel publico en España la primera edición del Manual de conocimientos técnicos y culturales para profesionales del libro. Donde entre otras cosas difíciles de resaltar porque todo el libro es resaltable, descubrí que el primer librero que aparece mencionado y retratado es CRISTÓBAL COLON, con un pie de retrato que dice:

Librero ambulante en Andalucía, emocionado como indio que sobreviví a la conquista, al leer este dato llame al escritor Alfonso Chase para contarle la historia y con la misma gracia con que siempre contesta el teléfono, me dijo que Juan de Timoneda era el otro librero, y quien además había traído los primeros libros a América.

Quedo con las ganas de escribir sobre las librerías famosas como Shakespeare and Company a donde Hemingway le prestaban los libros por falta de dinero, y sobre Fernando Colon, el hijo del descubridor de América, considerado como el mejor bibliófilo que ha existido, y que dedico toda la vida a la adquisición de libros llegando a reunir en Sevilla una biblioteca de mas de 20.000 volúmenes, toda una hazaña en pleno siglo XV, incluida su lectura.

Me despido con esta pequeña historia que quizás emocione solo al que la escribe, y a uno que otro amigo que me ha visto vender libros en alguna orilla de playa o carretera. Donde cada vez más jóvenes compran libros por el puro placer de leer.


San José de Costa Rica, Julio 2005

martes, 10 de junio de 2008

Camiones Literarios por las Rutas de Costa Rica





El Primer vehículo que me recogió era un camión cargado de dinamita
fueron unos 50 kilómetros por la enorme pradera de illinois...
Jack Kerouac ( On the road )


Como en la novela de Kerouac “On the road”, como en el libro de Julio Cortázar “Los autonautas de la cosmopista”, como en el guión de Pérez-Reverte “Cachito” y como en la película “Carreteras Secundarias”.

Un par de personajes poco literarios, pero bien imaginarios unieron la gracia de contar palabras, de tocar melodías, de filmar ausencias y fotografiar asombros entre los pasajeros de un bus público en la ruta San José – Turrialba.

De los cuentos de Franco y Ricardo, el violín de "agua" la canadiense, el lente de Laura Sánchez, el foco de Sara Fischel y la iniciativa de Lasso, rodamos una mañana de Septiembre por la geografía costarricense en los camiones literarios.