Publicaciones de Diego Lasso en Cartagena de Indias y Panamá

jueves, 7 de febrero de 2013


Historia personal sin ninguna obligación de leerla


Mi trabajo, en otras palabras mi manera de entretener mi curiosidad de un amanecer a saborear un buen mango en la tarde, consiste en introducir ordenadamente en tres cajas que caben entre mis dos brazos, libros de autores y títulos que provocan total indiferencia o extraña seducción.

Autores como Poe, Kerouac, Bradbury, Cioran, Nietzsche, Cortázar, son expuestos en mesas por andenes universitarios, hospitalarios, en parques y en playas, donde se exhiben títulos abismales como la Caída de Camus, Del Inconveniente de haber nacido de Cioran o de ironías más que de optimismos como: La Insoportable levedad del ser de Kundera.

Semana a semana cada autor o título me abandona o me acompaña según la soledad o alegría, con que una mano, dos o diez dedos lo agarran, lo aprietan, lo palpan para llevarse bajo el brazo el libro como protegiéndolo, que es una virtud más sincera que la obligación de leerlo.

Quizás mi jornada, no sea laboral, sino una cofradía de anacrónicas tardes, entre unos autores que sobreviven al olvido y Yo, que trato de vivir el presente. 

No hay duda que nunca estoy solo. Porque cada autor siempre me dice, me señala, me empapa o me cuenta página a página un retazo de vida. De una vida que yo nunca podre vivir o que si la he vivido no he podido contarla con la gracia necesaria.

Mis horas de un día a otro son como de novela, en medio de un caos cronológico en el tiempo y en el espacio de cada libro. 

Y no sé, si el espíritu de cada uno de los autores o libros que cargo, que transporto, que acomodo o mejor que desacomodo, reconozca mi alegría o le sea indiferente. Como ese libro que en silencio, pero abrumado de mares, soles o pasiones, solo espera que le abran las hojas para respirar su mundo. 

Febrero de Medio Ambiente en el CATIE Turrialba Costa Rica